La Grilla

De escuelas patito, exámenes extraordinarios y campanas

Por Antonio Abascal

9 noviembre, 2020 7:48 pm




Cuenta una historia que había una escuela mexicana cuyos directivos se daban aires de grandeza, se comparaban con otras de América Latina, festejaban los rankings que se publicaban y que la ubicaban dentro de las primeras 15 del mundo y hasta presumían sus buenas relaciones con los dirigentes de la escuela española, que a su vez presumía ser la mejor del mundo por el prestigio de dos de sus alumnos y porque otros competían muy bien en Europa. El problema de la escuela mexicana es que estaba dominada por los intereses de sus socios comerciales, las televisoras, y en realidad toda esta presunción servía para captar al público, pero era un producto de baja calidad y sus alumnos salían mal preparados, en otras palabras era el equivalente a una escuela patito envuelta en un papel de gran lujo.

Antes de la pandemia sus directivos ya habían bajado el nivel de exigencia, de por sí mínimo,: Ya que habían inventado un sistema de campana para que sólo el más flojo de sus alumnos saliera de la institución y fuera por un año a una escuela del mismo grupo pero de menor nivel a la que constantemente cambiaba de nombre: Segunda División, Primera “A” y Liga de Ascenso hasta que decidieron eliminar esa posibilidad y dejar que todos sus alumnos se quedaran en la escuela más prestigiada y sólo tres de ellos pagaran una multa por quedar en los últimos lugares de un sistema llamado cociente que medía los resultados en los últimos seis ciclos. Así, los directivos de la escuela llamada “Liga MX” decidieron acabar con la competencia y sólo volvieron a cambiar de nombre a su otro plantel y lo bautizaron como Liga de Expansión justificando que iba a ser un espacio para jóvenes, aunque en realidad varios nombres otrora destacados siguen apareciendo como ya documentó en su columna, José Luis Sánchez Solá.

Con la llegada de la pandemia, los directivos de la escuela patito encontraron un buen pretexto ya que para ayudar a la economía de sus alumnos decidieron que en lugar de los 8 alumnos más destacados que iban a un festival de fin de semestre al que llamaban liguilla y donde estos 8 alumnos competían verdaderamente por ser el mejor de la escuela lo que daba momentos de gran brillantez, ahora serían doce para que al menos tuvieran una oportunidad (partido) más. La decisión generó que muchos alumnos flojearan y dejaran todo para el final y a la última sesión de clases regular llegaron con opciones: Mazatlán que sólo acumulaba cuatro dieces a cambio de 8 materias reprobadas, Juárez que era un alumno que pasaba de panzazo ya que llevaba 6 (empates) y el Puebla que sumaba 9 materias reprobadas, pero cinco dieces.

En la última jornada regular, el Puebla hizo la tarea (la hizo al aventón y con fea letra, sin registrar las fuentes consultadas), pero el maestro tenía prisa y sólo apuntó que había cumplido; por ello, con una anotación de Santiago Ormeño y con algo de lógica por parte de su encargado llamado Juan Reynoso que no inventó en ese último trabajo pudo ingresar al festival para romper un ayuno de 10 ciclos sin lograr meterse en él, pero además necesitó que un alumno cumplidor con el cual históricamente no se había llevado bien, llamado América, fuera a Juárez a empatar y dejar fuera al alumno de la frontera. En el festival, llamado liguilla extendida o repechaje, el Puebla deberá enfrentar al Monterrey, un alumno con gran poder adquisitivo, talentoso e importante para la escuela, pero que al saber sus condiciones le da por flojear y en lugar de asegurar su puesto entre los primeros cuatro que estaban exentos del primer examen, perdió ante Chivas y ahora tendrá que presentar una prueba más que el León (el único alumno de excelencia), Pumas (que estudió mucho y sorprendió a todos), América y Cruz Azul, que cumplieron a secas.

Esa es la Liga MX, un torneo donde se premia la mediocridad a tal grado que “alumnos”, como el Puebla con el 39.21% de efectividad de los puntos disputados y con nueve derrotas accedan a esta liguilla extendida donde el lugar común indica que es un nuevo torneo y que cualquier cosa puede suceder, donde algunos analistas sin el menor recato hablan de extender el juego y llegar a los penales para sorprender al Monterrey, es decir, ni ahí se piensa en ganar. Toluca se metió con el 41.17%, Necaxa con el 47%, Pachuca con el 49% y lo peor es que Santos (octavo lugar que en una liguilla tradicional se hubiera metido) clasificó con el mismo 49% que Pachuca y sólo la diferencia de goles permitió una mejor colocación en la tabla; las Chivas se ubicaron en séptimo lugar gracias a un 50.98 % de efectividad, lo que nos lleva a la conclusión de que sólo seis equipos estuvieron por arriba claramente de ese 50%.

En pocas palabras esta liguilla extendida, este repechaje, esta oda a la mediocridad es como los exámenes extraordinarios (en algunas escuelas había “A” y “B”) que daban la oportunidad de pasar la materia aunque en el semestre se hubiera fallado por los motivos que guste y mande. La realidad es que el sistema de competencia del futbol mexicano ha enterrado la competitividad y este torneo ha tenido un pobre nivel en general, salvo lo que ha hecho el León ejemplo de regularidad ya que de 17 partidos ganó 12, empató cuatro y perdió uno, es decir sólo dejó ir 11 de 51 puntos en disputa.

Una liga que en su última jornada privilegia los raitings de televisión a lo deportivo y que no obliga que todos los partidos con algo en juego se lleven a cabo a la misma hora genera que haya situaciones como las de Santos vs Mazatlán donde los laguneros enfrentaron a un equipo eliminado sabiendo que necesitaban ganar por cuatro a cero para mejorar su lugar en la tabla y jugar como local su duelo de repechaje y así sucedió por lo que Santos recibirá a Pachuca, pero la historia pudo ser distinta si se hubiera unificado el horario ya que Mazatlán tendría opciones de jugar esa liguilla extendida.

No es una mentira que la Liga MX privilegia a las televisoras, no es una mentira decir que se ha acabado con la competitividad al desaparecer el ascenso y descenso, así como ahora al permitir que 12 de 18 equipos vayan a la liguilla extendida o repechaje; no es una mentira decir que el nivel de juego ha sido pobre, por lo que todos (medios y aficionados) deberíamos exigir un mejor producto sin importar cómo le haya ido a “nuestro” equipo. Esta escuela “patito” se ha encargado de construir un sistema en el que los aficionados (equivalentes a los padres de familia) tampoco exigen y se vuelven consumidores del producto que les ofrezcan sin importar la calidad, siempre y cuando su equipo esté ahí. Por eso hemos hecho tan nuestras las frases “es un nuevo torneo”, “borrón y cuenta nueva” y tantas otras.

En lo que respecta al Puebla, esta clasificación al repechaje es un dulce envenenado ya que acarrea riesgos como el que la directiva se confunda y concluya que al lograr el objetivo (sin fijarse en los cómos) que esta plantilla de jugadores con continuidad puede dar el estirón y no se dé cuenta que en realidad esos 20 puntitos son el tope de estos jugadores, que crea que Juan Reynoso cumplió y apueste nuevamente por el peruano cuando este torneo tenía un poco de más talento en la plantilla y lejos de administrarlo de la mejor manera dudó de esos futbolistas distintos y los puso poco en la cancha como Osvaldito Martínez en  los primeros partidos, Daniel Álvarez y hasta en defensa Emmanuel Gularte.

Un técnico es un administrador del talento de la plantilla y ahí Juan Reynoso no le entregó buenas cuentas a sus patrones porque ni siquiera fue capaz de  mostrar a esos jugadores pensando en un posible cambio o venta; la directiva no debe confundirse con la clasificación al repechaje ya que perdió la mitad de los partidos que disputó, es decir, en realidad reprobó el ciclo escolar.

 





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