En medio de la efervescencia política que se registró el fin de semana por la elección interna del Partido Acción Nacional (PAN), los medios de información no consignamos el desaire, que digo desaire, la humillación que recibieron los priístas poblanos en su cara y en su tierra.
Resulta que el sábado pasado, la crema y nata de lo que queda del PRI en Puebla se reunieron para recibir con bombo y platillo a su líder nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, quien encabezó la asamblea estatal donde tomó protesta al presidente y las secretarias, así como secretarios que integrarán el nuevo comité estatal.
El ambiente fue de fiesta, los integrantes del tricolor, saludaron y abrazaron a su líder, todos o casi todos aprovecharon para tomarse la selfie con “Alito”, pero a este, simplemente le valió, pasó por alto todas las muestras de lealtad y cariño que recibió y vino al terruño del priísmo poblano a dar el manotazo en la mesa para dejar en claro que para el 2024 el PRI carece de cuadros con trayectoria y tamaño para convertirse en candidato o candidata a la gubernatura de Puebla.
Es más, el también diputado federal, adelantó que el abanderado natural a la gubernatura de Puebla, se llama Eduardo Rivera Pérez, el panista más fortalecido de Puebla y que sin duda el expartidazo apoyaría con los ojos cerrados para que cumpla esa aspiración política.
Quienes sabemos que la política está plagada de señales y declaraciones con doble sentido, así lo entendimos y para acabar pronto, el mismo presidente nacional aceptó que para el 2024 el PRI no tiene perfiles con qué responder, pese a que desde mi óptica veo a muchos que no solo son militantes, sino también tienen la formación para hacer un buen papel en el 2024 e incluso ganar.
Finalmente, el famoso “Alito”, ya adelantó que para el 2024 también competirán en alianza con el PAN, otra premisa que tampoco sabíamos, es decir, del odio al amor solo hay un paso.
Hasta la vista amigos.
