Club Puebla, necesitado de ganar juegos y recuperar la dignidad
El Club Puebla es sinónimo de resistencia. Una institución que ha vivido tanto caídas como retornos a lo largo de su historia ha saboreado la gloria y también caído en el olvido.
Hoy, mientras atraviesa uno de los momentos más complicados, resulta inevitable mirar atrás y recordar que no es la primera vez que la identidad Camotera camina entre las sombras.
Entre descensos, crisis financieras y proyectos truncos, el andar de los camoteros está marcada por su capacidad de levantarse.
Primer descalabro, la desaparición de 1956
El primer gran golpe llegó en los años cincuenta, cuando se extinguió el fútbol profesional en la ciudad.
En 1956, el club desapareció tras una profunda crisis económica: adeudos con jugadores, gradas vacías y conflictos con la Federación Mexicana de Fútbol.
La herida más dolorosa llegó con el incendio del Parque El Mirador, su estadio de ese entonces. Una madrugada de noviembre, el fuego consumió la tribuna principal y las oficinas administrativas, reduciendo el inmueble a cenizas.
Durante casi una década, Puebla vivió sin fútbol profesional. No fue sino hasta 1964 cuando el equipo renació con nueva directiva y administración.
El regreso marcó el resurgir de una identidad que parecía perdida.
Descensos de 1999 y 2005
Décadas después de su resurrección, los blanquiazules enfrentaron nuevos periodos críticos.
Al final de los años noventa, los problemas económicos, la falta de continuidad en la dirección técnica y los malos resultados desembocaron en el descenso de 1999.
Durante ese torneo, la Franja acumuló una de las peores campañas de su historia y perdió la categoría, dejando al fútbol poblano sin representación en el máximo circuito.
Un año después, el equipo regresó al máximo circuito tras adquirir una franquicia, aunque los problemas estructurales persistieron. La inestabilidad continuó y alcanzó su punto más bajo en 2005, cuando el equipo descendió nuevamente a la Primera A.
A pesar de ello, la estructura deportiva logró mantenerse y se realizaron ajustes administrativos y deportivos con el objetivo de recuperar el lugar perdido.
El renacer con el Chelís
En 2006, José Luis “Chelís” Sánchez Solá asumió la dirección técnica con un discurso de reconstrucción e identidad.
Con una plantilla limitada, pero comprometida, los de la Angelópolis se consolidaron como protagonistas del torneo de ascenso.
En 2007, la Franja logró el regreso al máximo circuito tras vencer a Dorados de Sinaloa en la final.
Tras la hazaña, el Puebla recuperó su lugar en Primera División y comenzó a reconstruir su imagen, acompañada de una afición que nunca dejó de alentar.
La época de los chispazos e irregularidades
El ascenso del 2007 representó una reconciliación entre el equipo y su afición. Sin embargo, el paso del tiempo demostró que el regreso a Primera no garantizaba estabilidad.
Durante la siguiente década, los enfranjados se mantuvieron en una línea irregular.
Entre 2008 y 2010, los blanquiazules recuperaron protagonismo con un fútbol vistoso y cercano a la afición.
De la mano de figuras como Álvaro “La Bola” González y Damián Zamogilny, la Franja se convirtió en uno de los equipos más carismáticos del torneo.
Alvaro González del Puebla de la Franja pelea el balón ante defensores de Monterrey en partido realizado en el estadio Cuauhtemoc, correspondiente a la jornada 16 del torneo apertura 2010 del fútbol mexicano de la primera división profesional.
//Agencia Enfoque//
Apenas cuatro años después, bajo la administración de Jesús López Chargoy, el club volvió a enfrentar problemas con la tabla porcentual y estuvo en riesgo de perder la categoría por tercera vez.
//Agencia Enfoque//
Tras conseguir los puntos necesarios, el equipo logró mantenerse en Primera División durante el periodo 2014–2015.
Vista panorámica del estadio Cuauhtemoc previo al partido entre el Puebla de la Franja ante las Águilas del América correspondiente a la jornada 3 del torneo Apertura 20014 de la Liga MX.
//Agencia Enfoque//
En 2015, la reinauguración del Estadio Cuauhtémoc marcó un punto clave. Modernizado, se convirtió en una de las sedes más funcionales del país, proyectando una nueva etapa para la institución.
Larcamón y la ilusión reciente
La llegada de Nicolás Larcamón en 2020 devolvió ilusión a la afición. Bajo su gestión, el equipo poblano formó una identidad propia.
Con un plantel limitado pero disciplinado, logró clasificar a siete liguillas consecutivas y colocó a la Franja entre los rivales más incómodos del fútbol mexicano.
Sin embargo, tras su salida, los problemas estructurales regresaron. Las constantes ventas de jugadores, la falta de inversión y los cambios en la dirección técnica deterioraron el rendimiento colectivo.
El presente: la historia se repite (nuevamente)
Hoy, el Club Puebla atraviesa una de sus etapas más grises de todos los tiempos. Las decisiones administrativas reflejan desinterés por el equipo y la afición, mientras que los resultados deportivos confirman una crisis que va más allá de lo futbolístico.
En la cancha, el rendimiento es apenas una consecuencia de una gestión que parece conformarse con sobrevivir. La falta de ascenso y descenso ha provocado que reine el conformismo y la desatención.
La distancia entre el equipo y su gente crece jornada tras jornada, y el futuro inmediato no ofrece señales de mejora.
La historia del club demuestra que el Puebla ha sabido levantarse de momentos peores, pero esta vez la sensación es distinta: la indiferencia parece haber sustituido a la esperanza.
El paso del Puebla está marcado por su capacidad de levantarse, pero también por su tendencia a tropezar con los mismos errores.
Ya no se trata de ganar partidos, sino de recuperar la dignidad. Aun así, entre todos los tropiezos, la Franja siempre encuentra la manera de volver.