La historia se cuenta sola.
Había una vez, un huachicolero que soñaba ser político o que la vida mísera de político lo llevó a ser huachicolero.
He ahí el dilema.
Marco Antonio Martínez Fuentes alias “el Toñin” tras una larga ausencia de sus actividades acostumbradas, aparece de la nada con sendos camiones cargados de despensas, fruta y verdura para entregar a la población de la colonia, Agua Santa al sur de la capital poblana.
“El Toñín” se cree Robín Hood bajo el manto de la pandemia.
Pasó de ser “El Toñín” señalado como uno de los presuntos líderes de las células delictivas que operan el robo y trasiego de hidrocarburo por la zona de Quecholac a ser un famoso benefactor de los más necesitados.
Se burla de las autoridades policiales.
Reta a las autoridades.
De tras del cinismo que le caracteriza a Marco Antonio Martínez Fuentes, está su negra intención de competir por un cargo de elección popular en el 2021.
“El Toñín” debió haber actuado impulsado por alguien, recomendado por alguien, para venderle la idea que podía llegar a uno de los cargos que estarán en disputa el próximo año.
No sólo eso, se sabe que se le concedió una entrevista para su causa.
Se cree un “Chucho roto” cualquiera.
A Marco Antonio Martínez Fuentes se le adjudica presuntamente la masacre de 10 personas en 2017 en Palmarito Tochapan, Puebla, tras un enfrentamiento contra el Ejército Mexicano.
Ahora, quiere cambiar de vida e irse por un cargo de elección popular.
Otro ejemplo de presuntos delincuentes en la política, es la presencia de los hermanos Valencia impulsados por el PAN en 2018 al municipio de Venustiano Carranza.
Acá la pregunta.
En qué momento la política se filtra a la delincuencia organizada o la delincuencia organizada se filtra a la política.
Quién invade a quién.
He ahí el dilema.