Tan desafortunada su presencia como su razonamiento; la presidenta de San Martín Texmelucan, Norma Layón, al parecer no tuvo nadie en su entorno que le recomendara pensar y luego actuar ante la tragedia que dejó el colapso de un tanque elevado que presumió con bombo y platillo apenas unos días antes.
La idea no era que se desentendiera, debía enfrentar el problema de forma inmediata, pero con estrategia, con empatía e inteligencia.
Lo primero que escucharon los pobladores de San Baltazar Temaxcalac no fueron condolencias de su alcaldesa que llegó presurosa al sitio, tampoco fue una promesa de acompañamiento a las víctimas, no, lo primero que expresó Layón frente a los reporteros y al pueblo fue que los “ahora occisos”, como dicen en las secciones policiacas, estaban tomando debajo del enorme contenedor.
Esa expresión naturalmente no cayó nada bien entre los pobladores que apenas daban crédito a lo que había sucedido o que los “tomados” se lo habían buscado. A Norma Layón le llovieron segundos después mentadas, gritos con la exigencia de su renuncia, líquidos, pero no quedó en eso.
Su convoy fue atacado por la turba enardecida, ventanas de dos vehículos fueron destrozadas a pedradas, en un escenario que no daba otra posibilidad que el pronto escape, aunque este resultó torpe, sin guía clara, con evidencia de que los conductores carecen de capacitación para actuar en situaciones de riesgo.
Este miércoles todo salió mal en San Martín, dos personas muertas no son una carga ligera para nadie, menos en la función pública, pero al final, los muertos se lloran en casa, lejos de los reflectores de una obra rehabilitada que acarreó la tragedia.
