La Grilla

COLUMNA | UN POCO DE CONTEXTO

Por Germán CAMPOS

30 julio, 2021 7:10 am




En la víspera, una vulgar y cobarde turba pudo matar a golpes al camarógrafo Edgar Torrentera ante la mirada omisa de policías que apenas atinaron a convertirse en espectadores de un festín de impunidad en el Mercado Morelos, la desatención de quienes ignoraron su llamado de auxilio y un cúmulo de delitos en flagrancia, pudo traducirse en toda una tragedia.

La tarea periodística es siempre riesgosa, pero recibir una brutal agresión frente a aquellos que deben proteger a cualquier ciudadano es simplemente inadmisible. Edgar Torrentera es un profesional de mil batallas, sabe moverse en manifestaciones, desastres naturales, hechos de tensión desbordada, incluso puede presumir, aunque nunca lo hace, que es el único camarógrafo de Puebla que cubrió los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York.

Con Edgar, ayer estaba Cinthya Coleote, una joven y valiente reportera, ambos ingresaron al mercado para trabajar una cobertura para su casa actual, Imagen Televisión Puebla, en el sitio se desplegó un operativo contra alcohol ilegal, sin embargo, ellos se convirtieron -junto con otro joven- en el blanco de las agresiones.

Los detalles del ataque los cuentan por fortuna de viva voz, sin embargo, los supuestos “comerciantes” que lo golpearon irracionalmente, incluso con piedras, seguirán en el anonimato, pues robaron la tarjeta de grabación de la cámara que quedó maltrecha, y en donde sus caras quedaron registradas, al menos de algunos.

Afortunadamente a Cinthya no la tundieron, y más allá de que proceda una queja ante órganos internos contra los policías omisos, lo más importante es que se finquen responsabilidades a los cobardes que se blindaron del anonimato para sacar sus más bajos instintos y nulo raciocinio.

Por allí leí, entre los tantos comentarios de las notas en redes sociales que se publicaron sobre los hechos, uno que llamó mi atención, decía -parafraseando- que Edgar y Cinthya debieron ir con el líder de comerciantes a “pedirle permiso” para hacer su trabajo, es decir, que la libertad de expresión estaría supeditada al criterio de un personaje sentado en el trono imaginario de su imperio, y aunque en ocasiones en ese tipo de coberturas lo mejor es hacer “amistad” con los bandos involucrados, es ocioso sugerir desde la distancia cómo actuar a quienes tienen mil batallas disputadas.

A Edgar Torrentera, con quien por años tuve el privilegio de trabajar en dos televisoras y a Cinthya les expreso mi solidaridad y reconocimiento.

Una foto del recuerdo.





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